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Don Valentín: la vigencia de un maestro eterno del piano chileno

  • Foto del escritor: Martín Pizarro
    Martín Pizarro
  • hace 1 día
  • 6 Min. de lectura

Valentín Trujillo Sánchez, “Don Valentín” o “Tío Valentín”, es un nombre familiar para la mayoría de los chilenos. Es un destacado músico, pianista, compositor e intérprete, que a sus 92 años, sigue siendo una inspiración para los músicos chilenos.


Por Martín Pizarro Palacios


Valentín Trujillo tocando piano
Imagen extraída vía Instagram (@valentintrujillopiano)

Era un día más de grabación para Valentín Trujillo, quien a sus 92 años evidencia los problemas típicos de su edad: dificultad para ver, caminar y escuchar. Su llegada al estudio fue aparatosa, pero con la intención de grabar unas tomas de piano de la calidad que solo él sabe entregar. Aunque fue lento en todo su trayecto desde la puerta del lugar hasta el asiento del piano, todas las dificultades parecieron desvanecerse al tocar la primera nota. Por un momento, el estudio guardó silencio y sólo se lo escuchó a él.


Es sorprendente cómo el nombre de Don Valentín sigue provocando un sentimiento de admiración en la mayoría de las generaciones chilenas, desde una abuela de su misma edad, hasta a un joven de 12 años apasionado por la música. Y es que la única forma de entender este fenómeno es reconociendo la vigencia del excelente músico, que alguna vez participó en “Sábado Gigante" con Don Francisco.


Ester Cohen, una intérprete nacional que ha participado en destacados coros nacionales y también fue finalista del programa “Talento Chileno” de Chilevisión, el 2010, decidió cumplir un sueño. Con la ambición que la caracteriza, quiso contactar a Don Valentín, pensando en mostrarle su capacidad para el canto y proponerle grabar juntos.


Entre búsquedas y llamadas, logró finalmente comunicarse con Cecilia Trujillo, una de las hijas del pianista, quien convive con él y gestiona la mayoría de sus actividades. Con ella rápidamente entablaron una buena relación y dijo que haría lo posible para que su padre la conociera.


“Mi padre es una muy buena persona, pero la música es su profesión y por eso mismo se lo toma muy en serio. Él no se da el tiempo para cualquiera, primero lo analiza y ve si vale la pena; si no, él simplemente dice que no puede”, comenta Cecilia.

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Don Valentín escuchó cantar a Ester antes de darle el visto bueno. Cecilia la contactó y se reunieron en la casa del pianista en Ñuñoa. Ester dice haber sentido presión, nerviosismo, pero todo se calmó cuando el “Tío Valentín” le dijo que ella tenía talento y le gustaba como cantaba.


Todo salió muy bien. Era momento de ponerse de acuerdo para grabar. Un martes 1 de julio, a las 11:30 a.m., debían estar todos en el estudio para comenzar los preparativos.


Don Valentín sentado frente a un piano de cola.
Imagen extraída vía Instagram (@valentintrujillopiano)

Ester llegó a la hora junto a un periodista, su hija, sus fotógrafos y su profesora de canto. Ella sabía que no podía fallar en ningún detalle, era Valentín Trujillo, Premio Nacional de Arte Musicales 2024, un pianista impecable. La presión era suya, no del músico con casi toda una vida frente al piano o una orquesta.


En el estudio, ubicado a una cuadra de TVN, se vivía mucha tensión. Se acomodaban las cosas, el joven ingeniero de sonido, a quien para su buena o mala suerte le habían encargado el estudio por primera vez, no paraba de mover todo con tal de no fallar en ningún detalle. Por su parte Ester les contaba a todo el equipo que harían, parecía querer tener todo preparado para cuando llegara Valentín Trujillo.


Cecilia llama al estudio, avisando que llegarían tarde, pues a su padre se le habían quedado sus lentes y, sin ellos, se le hacía muy difícil ver. Todo seguía tenso, todos querían darle una buena impresión a Don Valentín, pues no todos los días conoces a uno de los músicos más relevantes del país.


Finalmente llegaron. La tensión se transformó en silencio y nerviosismo. Cecilia pidió ayuda para bajar a su padre del vehículo mientras ella estacionaba. Una persona en cada brazo del pianista para ayudarlo a subir peldaños y sortear los desniveles.


Suficiente con que tomara asiento en el piano de cola con el que disponía el estudio y, sin que nadie le pidiera nada, él comenzó a tocar un ritmo alegre y rápido, clásico de esos programas antiguos a los que les hizo acompañamiento musical toda su vida.


En ese momento todos dejaron de hacer lo que estaban haciendo, para apreciar la vida que le daba el piano a Don Valentín. Cómo esos dedos que sin guante sufren el frío. Como si de un pianista de 25 años en su mejor momento se tratara, como si estuviéramos en la época de “Pin Pon” o “El Mundo del Profesor Rosa”.


Después de tocar paró en seco: “De Vicente Bianchi, un gran amigo mío”, acotó.


El ingeniero, el fotógrafo, Ester, todo el mundo se movía, preguntaban cosas, con ansiedad y nerviosismo por tener presente a un maestro de la música en ese estudio. Pero a Don Valentín solo había que pasarle una hoja —que traía su hija— en la que decía el nombre de las cuatro canciones que interpretarían y el tono en que debía tocarlas.


Valentín Trujillo preparándose para tocar el piano.
Imagen extraída vía Instagram (@valentintrujillopiano)

Don Valentín dio dos indicaciones antes de empezar: tocaría el piano para que quedara grabado y si Ester se equivocaba cantando o no le gustaba cómo quedaba su voz, ella podría regrabar encima de la melodía. Nadie cuestionó esa decisión. Equivocarse era más raro que tocar una canción perfecta al primer intento.


“Él siempre anda de traje, es lo más cómodo para su edad, además nadie puede quitárselo, a donde salga va a ir con traje, es un milagro de hecho que hoy esté sin corbata”, dijo su hija Cecilia.


Don Valentín considera que la música es una profesión que exige un aspecto profesional.

Después de mucho movimiento, comenzaron a grabar. Don Valentín tocaba a una velocidad ideal: ni lento ni rápido, ni muy protagonista ni plano. De repente metía arreglos y cambios de ritmo para darle una dinámica distinta a la grabación, pero todo muy suelto, porque sabía que funcionaría con la voz de Ester.


Don Valentín no exigía más que una estufa para sus manos y que lo ayudarán a ir a la parte de los controles del estudio para escuchar la grabación y afinar detalles de la interpretación de Ester.


Se sentaba en un sillón con su Coca-Cola Zero de lata en la mano y los ojos cerrados para concentrarse en la grabación. “El piano siempre por debajo de la voz”, decía él. Al final, la voz era la que debía mostrarse, no la melodía; él solo acompañaba y eso lo tenía más que claro.


Como si de un juez de boxeo se tratara, él daba el veredicto de cuál de las dos tomas de piano quedaba en la grabación final. Esto hacía sentido, pues, además de pianista y apasionado por la música, también es un amante del boxeo. Creció en las cercanías del Teatro Caupolicán y uno de sus hermanos practicaba este deporte. Tanta era su pasión, que llegó a ser certificado como juez de boxeo.


Se notaba que, a pesar de su edad, su criterio seguía pulcro. No se guardaba nada, señalaba lo que consideraba mejorable y lo que estaba perfecto. Preguntaba a todos los que escuchábamos si nos gustaba, y todos respondían que sí, pues difícil era encontrarle un defecto a su interpretación.


Cuando Ester no estaba en la cabina con nosotros, él comentaba que trabajó con ella solo porque consideró que tenía una hermosa voz, muy trabajada, y que notaba la pasión en ella. También dijo que Ester podría participar en muchos escenarios importantes, como la Quinta Vergara, pero que allí habían muchos “apernados”. Aprovechó para criticar que ya no lo premiaban con la excusa de que él ya había ganado todo.


“Pero no entiendo, si uno sigue siendo un excelente profesional, ¿por qué no lo pueden premiar? ¿Acaso a los mejores músicos los deben dejar de premiar por ya ser los mejores?”, señaló Don Valentín.



Valentín Trujillo tocando el piano.
Imagen extraída vía Instagram (@valentintrujillopiano)

Sabía perfectamente que seguía siendo muy bueno en su disciplina, si no el mejor. Y es que es obvio: ¿quién puede superar a un señor que lleva desde los 4 años tocando el mismo instrumento?


Don Valentín era el menor de cinco hijos, aunque siempre fue el que se llevó los focos, con aquel piano casi regalado que consiguió su madre, Clementina Sanchez.


Él aprendió a tocar viendo a sus hermanos y escuchando en la radio. De ahí viene su estilo mixto entre lo popular y lo clásico. A los 7 años ya estaba en el Conservatorio Nacional de Música de Santiago, donde estudió música, armonía y composición hasta 1952.


Además de ser músico de acompañamiento en múltiples programas nacionales, ha sido profesor en varios liceos de Santiago, arreglista y director de orquesta. Muchos dicen que un buen profesional es quien conoce todas las áreas, y de ahí podría venir la excelencia de Don Valentín.


Escribir sobre él es como redactar un eterno currículum que cubre todas las áreas que uno puede imaginar, pero lo más importante es ver esa vigencia, darse cuenta cómo toda la experiencia y sabiduría que lleva a cuestas ha sabido plasmarla y que provoca hasta el día de hoy que la gente recuerde su nombre y lo sigan buscando para grabar, premiarlo o simplemente para escribir sobre él.           


Se retiró del estudio a paso lento, igual que cuando entró. Ya había hecho lo importante: dejó a Ester contenta, unas buenas tomas de piano y a todos agradecidos por su presencia. Ahora, al auto de su hija, a volver a su casa en Ñuñoa con su señora y a tocar el piano para él mismo.


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