Dar cara: Ignacio Ruiz y su voz en temporal
- Alison Zúñiga Jara
- 2 oct
- 10 Min. de lectura
Si le preguntas a Ignacio Ruiz sobre su primer show fuera de Chile, en Buenos Aires, te responderá que tuvo que ir a “dar cara”. Eso podría mostrar un atisbo de cómo se ha solidificado su carrera. Desde Chiloé, sin plata y sin estudios, se lanzó con el corazón abierto a un sueño incierto.
Por Alison Zúñiga Jara

“A mi la lluvia no me asusta, meno’ el viento
barro y pasto, no cemento.
Es el suelo donde crecí yo.”
Nuevo Himno de Xiloé - Ignacio Ruiz.
A cuadras de la estación Baquedano, cruzando por el frontis de la Universidad San Sebastián, por una puerta que podría haber pasado desapercibida para cualquiera, retumbaba por los parlantes un característico sonido mexicano, común en las provincias alejadas de Santiago. Era el primer encuentro organizado del nuevo fenómeno musical asociado a Peso Pluma. Chile Tumbado había reunido a un puñado de artistas –los pocos que hay en el movimiento– dedicados a los corridos tumbados.
Entre ellos estaba Ignacio Ruiz. Sería el tercero en presentarse, respaldado por el playback. Ese día, no tenía voz.
Había sido un público escaso y contenido, casi tímido. Había sido, en pasado, porque al momento en que Ignacio Ruiz se subió al escenario y Regional Chileno comenzó a sonar a través de los amplificadores, el alboroto fue tal que la interfaz que mantenía la grabación de su voz sonando, se cayó.
Ignacio Ruiz comenzó a hacer música por necesidad. Cuando tenía alrededor de quince años, y después de haber pasado la mitad de su vida –hasta entonces– dedicándose a los deportes, y habiendo jugado en la Liga de Básquetbol del Sur, durante unos siete años, a Ignacio le recomendó un psicólogo que hiciera arte.
—Yo le dedicaba mucho tiempo al básquet, mi papá tenía esta ilusión de que yo sea profesional.
Sin embargo, cuando estaba en primero medio comenzó a cuestionar su camino, se preguntaba quién era, qué hacía, y en algún punto se dio cuenta de que no quería ser deportista. Su padre, quien por esa época había sido dirigente de la Población Óscar Bonilla de Ancud, era entrenador, jugaba fútbol, incluso era árbitro. Siempre estaba presente en las actividades deportivas del barrio, e Ignacio siempre estuvo con él. Comenzó a escribir “cosas malísimas”, y encontró una guitarra. Fue entonces la Nueva Trova Chilena la que se encargó de comenzar a moldear al que sería Ignacio Ruiz en diez años más.
Hasta ese entonces sus únicos acercamientos con la música se reducían a tres grandes elementos. La música cristiana, un CD de Toco Toco, que era de su hermana, y un casete blanco de ABBA.
Ignacio subió su primera canción a YouTube el 7 de mayo de 2020, y su primer sencillo a Spotify el 13 de febrero de 2022. Ninguna de ellas fue un corrido. Comenzó a publicar canciones que respondían a una especie de reggaetón alternativo. Él, mirando en retrospectiva su recorrido musical, ahora piensa que hacía pop latino más que reggaeton. Sin embargo, nunca le gustó hacer ese tipo de música. Era un traje que no le acomodaba. Le parecía limitante y no se adaptaba a como era él realmente, pero seguía componiendo así porque eso era lo que pegaba, hoy cree que pasar por allí era un paso necesario para aprender sobre su proyecto.
Mientras experimentaba haciendo canciones de reggaeton que hablaban sobre amor en tiempos digitales, con metáforas de fútbol, Ignacio Ruiz hizo un salto de fe –si se le puede llamar así–. Sabía tocar instrumentos, sabía cantar, incluso producir. Todo indicaba que tenía que hacer algo diferente. Entonces subió su primer corrido. El 30 de julio de 2023 Sin Preocuparme estaba disponible en todas las plataformas, con un asomo del equipo que lograría tener hoy. Hoy tiene 5,723 visualizaciones en YouTube. Esa pareciera ser la primera canción nombrada como corrido chileno y como caminante se hace camino al andar, hoy es un movimiento que va tomando cada vez más forma.
La canción la produjo Melorain, su primer y único amigo de la universidad, y el video lo dirigió Chiporro. Ambos, dos amigos que lo acompañan hasta hoy en su proyecto de música regional chilena.

Dejar la isla y llegar a tierra firme
Cuando salió de cuarto medio, lo único que quería era salir de la isla de Chiloé. Es por eso que a los 18 años, sin ánimo de seguir estudiando, se puso a trabajar en la misma empresa en la que había trabajado su padre durante 20 años. Era un escenario desesperanzador para él, comenta. Entonces juntó plata para irse del sur lluvioso, se fue a Valparaíso y se dio cuenta de que no era tan fácil como agarrar sus cosas y mandarse a cambiar, pensó que era imprescindible estudiar algo. Tiempo después se devolvió a Chiloé, juntó plata durante un año completo y así volvió, al año siguiente, a Santiago. Matriculado en una universidad para estudiar producción musical, el primer día de clases conoció a Bastián Salazar Enríquez, Melorain, mientras actuaba como –en ese entonces– el presidente Sebastián Piñera en la primera actividad de la universidad. Bastián fue el único amigo que hizo en la facultad en 2019.
Un año más tarde, una pandemia azotó la realidad conocida y como todo se cerró por completo, Ignacio dejó la carrera y se enfocó en su proyecto musical.
— Aprendí lo que tenía que aprender y me salí —recuerda Ignacio.
En ese proceso, poco a poco el joven se dio cuenta de las ganas y el amor que le tenía a la música, y asimismo sus compañeros se dieron cuenta de que quizás se lo estaba tomando más en serio. Melorain, por ejemplo, estudiaba producción musical, aunque ya llevaba años produciendo canciones. Estaba estudiando simplemente para tener el cartón. Fue él quien le enseñó todo lo que necesitaba y así decidió apostar por sí mismo. Desde entonces Ignacio y Melorain trabajan juntos.
Tras un par de canciones, Ignacio contactó a un filmmaker que subía videos a redes sociales. Chiporro comenzó a trabajar con ellos 6 canciones antes de publicar el primer corrido. Y así, paulatinamente, se ha ido formando el equipo con el que trabaja hoy. Ha sido un proceso largo. Para poder llegar a esta instancia en la que Ignacio Ruiz pertenece a Virgin Music y poder dedicarse solo a hacer música –aunque sigue siendo autogestionado en su mayoría–, tuvo que pasar por un montón de sacrificios. Ignacio trabajó puliendo piso, en una pizzería, haciendo aseo, de call center, en un supermercado, y la lista continúa.
—Siempre quise irme, sentía que estaba fuera la forma como de… subsistir, de buscar mi camino y todo eso.
Tanto su equipo, como él mismo, saben que ha sido un arduo camino para llegar al escenario final. Sin embargo, entre ellos han podido construir un nuevo hogar lejos de casa. La mayoría de los integrantes también son de regiones y llegaron a Santiago persiguiendo un sueño. Mientras el grupo se agrandaba cada vez más, entre mánager, instrumentistas, sonidistas, entre otros, una de las mayores labores de Ignacio ha sido aprender a comunicarse. Frío, callado y distante. Chiporro, Fabián Andrade, lo describe con un concepto muy chileno. Es alguien muy “pa adentro”.
Así, progresivamente, el joven chilote ha podido navegar contra la marea consolidando su proyecto, encontrando tierra firme con una propuesta auténtica, con la cual pueden hacer todo porque tienen ganas de hacerlo. No solo por querer sonar, sino porque los mueve, de esta forma lo ve hoy Chiporro.

El mundo conocerá el regional chileno
“Y nada,
tendremos to’ porque venimos de la nada
no hay pituto ni tío ni niuna weá forzada,
solo ganas de puro dejar la patá’.”
Regional Chileno - Ignacio Ruiz.
Ignacio Ruiz representa un movimiento chileno con raíces mexicanas. Hasta la fecha en la que se escribe esto, tiene 13.270 oyentes mensuales en Spotify. 25.036 reproducciones menos que Alex Sinatra y 21.927 menos que Primer Corte. Y a pesar de no ser el más escuchado en esta escena naciente, es su cara más visible. Sin embargo, en palabras del joven chilote, la diferencia entre Sinatra, Primer Corte y Ruiz, es que los dos primeros se irían a México si pudieran.
Entre 2019 y 2020 surgió una variación de corridos, que aparecieron para reflejar luchas sociales y las duras realidades de las zonas fronterizas de México. Alguien, a mediados de la década del 2010 les llamó corridos tumbados. En Chile, hoy hay gente que puede reconocer los corridos chilenos. Sin embargo, los corridos chilenos no partieron durante los últimos dos años, en los que han ganado mayor popularidad. Alex Sinatra, un precursor de la adaptación chilena, lleva 9 años en la escena.
“La gente no alcanza a ponerle nombre, no se da cuenta de lo que está haciendo” dijo el músico chilote. Hay teorías del lenguaje que dicen que todo lo que se nombra entonces existe. Ignacio Ruiz piensa que todo parte por reconocer lo que está pasando, y no había ocurrido hasta hace poco. La cumbia ranchera, común al oído chileno, sobre todo en sectores regionales, lleva años sonando en las casas y radios del país. Sin embargo, Ignacio reconoce una diferencia entre los músicos rancheros y los músicos de corridos chilenos, los primeros se dedican –en su mayoría– a hacer covers, los segundos podrían ser los nuevos trovadores, relatores de la sociedad chilena actual.
—Yo nunca he escuchado que ellos se llamen a sí mismos como música regional. Siento que no están conscientes de que la cumbia ranchera es un ritmo que no existe en ninguna otra parte del mundo. Es algo creado en Chile —. Mencionó Ruiz con la interrogante en la punta de la lengua: Si el reggaeton se creó en Puerto Rico y se exportó a todo el mundo, ¿por qué la cumbia ranchera no podría exportarse fuera de Chile?
A pesar de ser taciturno y cauteloso, Ignacio tiene hambre de su arte. Quiere hablar sobre la realidad y las costumbres de hoy. Relatar el amor, aunque se desarrolle a través de una pantalla, y quiere hablar de territorio. Ignacio no quiso hacer cueca –aún– porque, además de ser compleja de componer, en las cuecas no se habla de cómo ha cambiado Chile en los últimos 20 años. Él desea poder rescatar eso de lo que no se habla, en un sonido que pueda reescribir la música tradicional chilena.
—Por eso la cueca sigue siendo de élite, porque no hay ninguna cueca que sea de un hueón flaite o de un hueón que se está pelando—. Allí es donde entra Martín Acertijo y el Corte Chilenero, los primeros que se atrevieron a fusionar la cueca y el hip hop, con una oda a Estación Central.
Aun así, pareciera que Ignacio Ruiz es de los pocos que están dispuestos a hablar de patria. Sus colegas de los corridos chilenos esperan irse a México e introducirse en su industria musical y mimetizarse entre la cultura azteca, a pesar de que todos ellos piensen que Chile es el país más mexicano del mundo. Por eso él desea quedarse aquí. Desde el interior de Chile y Chiloé lograr comerse el mundo entero.
Ignacio no le llama corridos chilenos, le llama música regional chilena.

El nuevo himno de Chiloé
“Lo que quiera lograr
costará un poco más
por no estar cerca de una gran ciudad.”
Nuevo Himno de Xiloé - Ignacio Ruiz.
—Mostrar nuestra propia identidad, nuestras músicas tradicionales, nuestros bailes, toda la huevada, mostrárselo al mundo y demostrar que realmente Chile igual es de pana.
El videoclip y la canción que lo pusieron en el ojo del huracán mediático fue Nuevo Himno de Xiloé, y así mismo quiere llegar al resto del mundo. Mostrando su cultura sin caricaturas, con personas reales y con lo que no se alcanza a ver desde afuera. Con un video en el que solo tuvo que gastar en el combustible para las lanchas y pagarle a su filmmaker por hacer el video, que hoy tiene 270 mil reproducciones en YouTube.
Es una cinta en la que son puros chilotes, y cada cosa que apareció fue por mera voluntad de los vecinos. Ignacio sabe y dice que lo único real que hay en la canción es su voz y la guitarra, que también fue prestada. El resto, Pincoya, don Tello Mena, su madre, las lanchas, los pescadores, fue todo en base a las ganas y el orgullo de ver representada su tierra y su gente. Es por eso que tiene un significado especial que la canción que pegó, haya sido hablando de su tierra y mostrando lo que realmente es.
—Todo se hizo muy de forma artesanal pero está cargada de arte.
Así es como las ilusiones de este artista se han ido forjando a través de los años. Después de haber trabajado arduamente en su proyecto, hoy su sueño más próximo es lograr que la banda sea solvente, que se “mantenga sola” y no estar sacando tanta plata de su bolsillo siempre. La última gira que hizo fue desde el sur hacia el norte y tuvo seis fechas, cinco de las cuales tocó solo con pista de audio porque no alcanzaba a costear los gastos de todo el equipo. En su última función, que se realizó en Santiago, pudo cerrar con broche de oro y tocar con toda su banda arriba del escenario, tocó con todas las de la ley.
En junio de este año, Ignacio tocó dos veces en un micrófono abierto en la capital de Argentina. Uno de los requisitos para postular a un proyecto, era haber tocado fuera de Chile. Acompañó a Fabián –Chiporro–, quien había cruzado la cordillera para grabar un video. Se presentó después de un rapero y de un peruano que hacía funk. No tenía por qué haber ido a Argentina, nadie le había pedido ir, aún así Ignacio fue a “dar cara” por su proyecto. Y se encontró con que, a pesar de estar tantos kilómetros alejados, entre esos casi 17 millones de habitantes del área metropolitana de Argentina, también había gente dispuesta a escuchar su música.
Solo le falta la revancha y redimirse del fallido show que tuvo el 26 de abril en Ernesto Pinto Laguirre #70, donde no pudo acabar su presentación debido a su falta de voz. Chile Tumbado fue un punto clave en la percepción que tenían Ignacio y su equipo sobre hacer una serie de fechas en solitario. Vendía la misma cantidad de entradas, él solo, que un evento en el que juntaron a los 4 grupos más reconocidos del movimiento. Entonces se tomó la decisión de hacer una gira hacia el sur, desde sus raíces hasta el lugar en el que se plantó la semilla de un proyecto que se ha mantenido a pulso.
—Todo desemboca en él, porque al final todos estamos por él —decía Fabián Andrade, Chiporro.
Fotografías sacadas en Barrio Italia. @bemvindocafe ! Fotografías por Bastián Molina Daza.
Muy buena reseña, no lo conocía y se me hizo muy interesante!